Alimentación Infantil
Niños sin apetito, picoteadores y “malos comedores”
Recordad:
El apetito, o sea, el equilibrio entre el hambre y la saciedad, está
perfectamente regulado por la naturaleza. Ha sido la clave para la
supervivencia durante miles y miles de años. El cuerpo sabe cuándo
necesita comer y cuánta cantidad.
Observemos a un bebé recién nacido:
busca el pecho, se coge, mama durante un rato y lo suelta. Duerme otro
rato, vuelve a mamar. Y, si todo va bien y no hay interferencias, crece
estupendamente.
Solo si el bebé está enfermo o débil, pierde el apetito o, más bien,
las fuerzas para comer.
Y lo mismo nos ocurre en la etapa adulta:
dejamos de comer cuando una gripe nos mete en cama o nos abate una
depresión. ¡O si lo hacemos de forma voluntaria!
Entonces ¿por qué hay tantas familias preocupadas porque el niño o la
niña (sea bebé, párvulo o escolar) come poco? ¿Por qué se inventan
tretas, trucos, suplementos dietéticos, vitaminas y fármacos para que
coman más?
Recordad:
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Dar de mamar a demanda favorece que los bebés conozcan la sensación
de hambre y saciedad. El primer mes hay que asegurarse de que maman, al
menos, 8-12 veces al día.
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Todos los niños y bebés sanos “saben” cuánto necesitan comer. Basta
con ofrecer alimentos saludables cinco o seis veces al día, además del
pecho o el biberón, a partir de que cumplan seis meses.
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Los bebés que toman el pecho suelen probar pronto la comida de sus
padres, pues están en brazos a menudo. Todo les gusta porque, además, la
leche materna cambia mucho de sabor.
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Conviene ofrecer alimentos caseros en cuanto el bebé tenga curiosidad
y se lleve cosas a la boca. Así se acostumbrará a los sabores de su
familia y su cultura (solo hay que tener cuidado con los alimentos
duros, con los que se pueda atragantar: frutos secos, aceitunas
pequeñas, zanahoria cruda).
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Las necesidades de cada uno son diferentes. Si el niño crece normalmente, está sano y juega con alegría, no necesita más comida.
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El apetito disminuye cuando estamos enfermos.
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Si un niño toma mucho de algún alimento (por ejemplo leche o sus derivados), dejará de tomar otros para compensar.
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Hacia los 18-24 meses, el apetito disminuye pues el crecimiento baja de ritmo.
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Forzar a comer, obligar a terminar la papilla, engañar con juegos o
con la tele tiene tres peligros: 1) Que el niño adquiera malos hábitos.
2) Que no disfrute con la comida, pues la hora de comer es una tortura o
muy aburrida. 3) Que no aprenda a parar de comer cuando ya tiene
suficiente, entonces puede desarrollar obesidad.
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Para que la alimentación infantil sea saludable y equilibrada, es más importante la variedad que la cantidad. Y también la autonomía (comer solitos) y ¡disfrutar con lo que se come!.
Autor/es:
Ana Martínez Rubio. Pediatra de Atención Primaria. Centro de salud de Camas (Sevilla). Grupo Previnfad.
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