Las Constelaciones Familiares

Las Constelaciones Familiares son una metodología fenomenológica y sistémica creada por el psicoterapeuta alemán Bert Hellinger, quien aportó comprensiones sobre los Movimientos del Alma Familiar y los Órdenes del Amor en los sistemas.

Se trata de un abordaje terapéutico integrador, que permite identificar rápidamente las dinámicas disfuncionales que generan malestar en los diferentes sistemas a los que pertenecemos a lo largo de la vida: familiar, escolar, laboral, social, etc..., y de una manera ágil y eficaz, generar cambios y orientar hacia soluciones operativas.

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Metodología escénica

A través de una constelación, una persona, una pareja o una familia que plantea problemas de relación, de comunicación, de conducta, de personalidad, de salud, de sufrimiento en su trabajo u organización, etc.., logra comprender en un tiempo breve las dinámicas e implicaciones desfavorables que operan en su sistema alimentando lo problemático, y cambiarlas.
La metodología, que habitualmente se practica en grupo, es asombrosamente simple y escénica.
Se eligen representantes para las personas involucradas en el asunto, las necesarias para su comprensión y solución, ya sean de la familia actual o de la familia de origen, parejas anteriores, personas de nuestro sistema laboral, etcétera, y luego se posicionan en el espacio, de manera que el cliente exterioriza la imagen interior que tiene acerca de sus vínculos y su red de relaciones.
Se plasma así una geometría que expresa como se perciben las conexiones y el lugar que ocupa cada quien en el sistema. A continuación, afloran las dinámicas que mantienen los problemas, generalmente muy sutiles, casi invisibles, y se generan imágenes alternativas de solución a través, por ejemplo: de la integración de excluidos, o reparaciones entre las personas, o se completan movimientos emocionales pendientes, o se expresan frases rituales que ordenan, estructuran y alivian a todos los miembros del sistema.
El cliente o clientes suelen tener la sensación de haber liberado viejos pesos, culpas o destinos difíciles, y de orientarse mejor hacia lo bueno y hacia sus propios objetivos.

Personas que repetían patrones o destinos desdichados: suicidios, adicciones, fracasos, luchas, depresiones, traiciones, etc..., de otras personas en las familia, siguiendo amorosas lealtades invisibles, quedan liberadas. Hijos que aman ciegamente a sus padres, y navegan asumiendo dinámicas terribles se muestran por fin disponibles para estar más felices en su vida o en su pareja o su trabajo. El efecto de una constelación suele ser el de una magna liberación porque lo meramente intuido es desvelado y enfrentado, y porque lo no resuelto es encarado por fin. De modo que las Constelaciones actúan en la profundidad de los misterios sutiles de nuestro grupo familiar y de los requerimientos de su Alma colectiva. Pues pertenecemos a un Alma colectiva familiar que nos envuelve y nos acoge al mismo tiempo, dándonos identidad y satisfaciendo nuestra sed de pertenencia, que es el instinto más poderoso del ser humano, al tiempo que nos ata a lealtades y exigencias sacrificadas, que pueden y deben ser superadas para que la orientación a la vida y la felicidad triunfe sobre sus contrarios de muerte y desdicha.


Gretna-Green-Starlings


Esta Alma o Mente común es, según Hellinger, una fuerza que une y dirige a quienes le pertenecen, y lo hace siguiendo ciertas leyes a las que llamó Órdenes del Amor cuyo respeto y cumplimiento favorece que el nexo y el amor, fermente en su bienestar y dicha, y cuya transgresión suele acarrear sufrimientos y sacrificios que muchas veces parecen ilógicos, a juzgar por el amor que sienten los unos por los otros. Esta Alma colectiva a la que pertenecemos ha sido impactada por dones y por heridas, por vida y por muerte, por risas y por lágrimas, por avances y retrocesos. Se requiere integrar lo que dolió o devastó para que pierda su poder y quede como pasado.
Por tanto, vivimos no sólo en nuestra mente individual sino perteneciendo a redes de vínculos, almas colectivas, que nos influyen e incluso gobiernan, aunque no las comprendamos (especialmente la familiar). En estas redes, el amor no es suficiente para asegurar el bienestar, requiere de un orden.
La evidencia muestra que muchas personas sufren a pesar de la presencia del amor. El amor no basta, pues se requiere Buen amor o Amor ordenado. El buen amor se reconoce porque nos conduce hacia el bienestar, la vida, el provecho y la realización. El buen amor supone que hemos avanzado emocionalmente para respetar y asentir al pasado y a los dones y las heridas de nuestros anteriores, en lugar de involucrarnos en estas, repitiéndolas, o mostrándoles una fidelidad mal entendida a nuestro anteriores con nuestra infelicidad. Así, el buen amor logra que vayamos un poco más allá en más vida, tanto en bienestar como en felicidad.

Ayuda en mucho a las personas y las familias que haya un orden, ordenar el amor, plasmarlo en una buena geometría de las relaciones humanas, en la que estén todos sin excepciones e igualmente dignos de respeto y de consideración, cada uno en el lugar exacto que le corresponde y nutriéndose los unos a los otros de manera tal que logren crecer en lugar de padecer. He aquí, pues, el buen amor.

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