El cerebro es plástico
Los últimos avances
científicos han demostrado que el ser humano es “plástico”, es decir, tenemos
la capacidad de adaptarnos, de aprender y de superar las limitaciones de
nuestro entorno. Y ésta es una gran revolución. Era sabido que las neuronas
morían pero los últimos hallazgos han demostrado que a lo largo de los años
también generamos otras nuevas.
De hecho, el
cerebro “se hace día a día, en su sentido físico y químico, como resultado de
la interacción que realiza con el medio ambiente en el que nace, crece y se
desarrolla".
Cuando aprendemos o
memorizamos algo nuevo, promovemos la síntesis de proteínas y moléculas que son
los factores que permiten que las neuronas sobrevivan y nazcan nuevas sinapsis.
E incluso ocurre algo más. Gracias al aprendizaje se genera el crecimiento de
nuevas neuronas en áreas cerebrales específicas.
La neurociencia ha comprobado que si ponemos empeño, emoción y dedicamos tiempo, tiempo, tiempo… podemos crear nuevas conexiones neuronales (por supuesto es más fácil cuando somos pequeños pero si no se pudo, no hay que tirar la toalla de mayores).
Si somos “plásticos”, el concepto de libertad y hasta de uno mismo cambia. En la medida en que podemos ser arquitectos de nuestro propio cerebro, como diría Ramón y Cajal, somos capaces de influir en nuestra libertad futura. Si aprendemos cosas en nuestro presente, tendremos más márgenes de actuación en el futuro. Y aún más, si somos capaces de ir transformando la percepción que tenemos de nosotros mismos a través del aprendizaje, podemos cambiar nuestro propio concepto de “yo”. Así pues, la palanca para el cambio está en la profunda vocación hacia el aprendizaje, que ayuda a reinventarnos, a transformar nuestras conexiones neuronales y a revisar el tembloroso edificio que constituye nuestro “yo”, como escribió Salman Rushdie.
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